Publicado por

Competencias adquiridas durante el proyecto de intervención

A continuación, me gustaría compartir las competencias adquiridas durante todo el proceso de las prácticas curriculares, tal y como he especificado en el informe final de síntesis del proyecto de intervención.

Durante el periodo de prácticas, he tenido la oportunidad de desarrollar de manera significativa varias de las competencias fundamentales del perfil psicopedagógico. A través de la intervención emocional individualizada con un alumno con dificultades en el reconocimiento y gestión de sus emociones, no solo he aplicado conocimientos teóricos adquiridos durante el máster, sino que también he podido experimentar de primera mano los retos y responsabilidades del ejercicio profesional como psicopedagogo.

Una de las competencias más presentes a lo largo del proceso ha sido la capacidad de aplicar conocimientos adquiridos en contextos nuevos o poco conocidos, especialmente en entornos complejos como un aula de refuerzo escolar y reeducación, donde conviven múltiples necesidades. En este caso, me enfrentaba por primera vez a una intervención individualizada, en un espacio que no me era familiar y con un alumno cuyo perfil psicopedagógico no se encontraba completamente definido. Esta situación me exigió adaptar de forma creativa los recursos y estrategias aprendidas, especialmente en el ámbito de la educación emocional, a un contexto real y dinámico, lo cual implicó una constante toma de decisiones basada tanto en la teoría como en la observación directa y en el juicio profesional.

Otra competencia que ha sido clave es la de integrar conocimientos y formular juicios complejos a partir de información limitada, reflexionando además sobre las implicaciones éticas de cada decisión. Al tratarse de un único alumno y no disponer de informes psicopedagógicos completos, muchas de las decisiones sobre el diseño y ajuste de las actividades se basaron en observaciones y conversaciones informales con el equipo del centro, especialmente con la tutora de prácticas. Este hecho me llevó a una profunda reflexión sobre la necesidad de actuar siempre desde el respeto, la prudencia y la sensibilidad ética, especialmente cuando se trabaja con menores y se tocan aspectos tan íntimos como las emociones. La intervención debía ser útil, pero también cuidadosa y respetuosa con los ritmos del alumno, evitando cualquier forma de sobreexposición emocional o presión innecesaria.

Asimismo, trabajar en equipo y colaborar en red ha sido una competencia imprescindible durante todo el proceso. La coordinación con la directora del Centro Educa’t, con mi tutora de prácticas y con mi tutora académica de la UOC ha sido constante y enriquecedora. Las sesiones, y posteriores modificaciones de ellas, no se diseñaron de forma aislada, sino que fueron fruto del intercambio de perspectivas y observaciones compartidas. Esta colaboración ha reforzado en mí la idea de que el trabajo psicopedagógico no puede ser nunca un ejercicio individualista, sino que requiere de la construcción conjunta de estrategias que respondan a las necesidades reales del alumnado, y que tengan en cuenta la diversidad de voces del entorno educativo.

Una competencia que también he desarrollado de manera significativa ha sido la de diagnosticar necesidades psicopedagógicas considerando metodologías diversas y el contexto específico. En este caso, la necesidad no fue detectada a partir de un informe técnico, sino mediante la observación directa en el aula y la interacción con las demás profesionales del centro. Esto me permitió comprender cómo no siempre las necesidades emergen de pequeños gestos o actitudes, y que el diagnóstico no debe reducirse a una etiqueta, sino entenderse como un proceso interpretativo y flexible. Además, opté por métodos de evaluación cualitativa (rúbricas personalizadas y reflexiones guiadas) que me han permitido obtener una imagen más completa del proceso emocional del alumno.
Por último, considero que también he fortalecido la competencia de diseñar, implementar y evaluar programas o proyectos educativos adaptados a colectivos específicos, en este caso, un alumno concreto con necesidades emocionales particulares. El diseño del proyecto no solo contempló objetivos claros y una metodología coherente, sino que fue suficientemente flexible para adaptarse a los cambios y modificaciones de las sesiones futuras que fueron surgiendo en el camino. La evaluación no se limitó a una valoración final, sino que se integró como parte del proceso, permitiéndome ir ajustando las sesiones según la respuesta y evolución del alumno. Esta experiencia ha confirmado mi convicción sobre el valor de las intervenciones psicopedagógicas personalizadas, que no buscan estandarizar, sino responder de manera significativa a la diversidad real del alumnado.

En conjunto, estas competencias me han permitido construir una experiencia formativa profundamente significativa. A nivel personal, estas prácticas han sido un punto de inflexión. Me han hecho consciente de la complejidad de la labor psicopedagógica, de la necesidad de una actitud profesional crítica y reflexiva, y de la importancia de actuar con sensibilidad, rigor y compromiso ético. Si bien he cometido errores y me he enfrentado a retos inesperados, también he confirmado mi vocación y mi voluntad de seguir formándome para ofrecer intervenciones de calidad, centradas en la persona y en su desarrollo integral.

Debate0en Competencias adquiridas durante el proyecto de intervención

Deja un comentario